Nuestra historia

«La Santa Faz» comenzó oficialmente como hoy lo conocemos en julio de 2022. Como católica me ha pasado en reiteradas ocasiones al buscar productos para mis devociones no encontraba lo que buscaba en ningún rincón de la Argentina y/o los que encontraba no me gustaban. El arte no sólo se degradó en el mundo sino también en la Iglesia y muchas veces estos objetos sagrados y/o sacramentales, no son tomados muy en serio, sino más bien banalizados, o tomados como piezas decorativas o bijouterie como cualquier otra. No debería ser así.

A raíz de esta inquietud y de que llevo muchos meses con problemas de salud que me impiden volver a mi trabajo de oficina, comencé a armar este proyecto. Tengo muchos años de experiencia trabajando en empresas multinacionales, en ventas corporativas y gestión de proyectos, pero mi intención es que la experiencia de mis clientes vaya más allá de comprar un producto; busco que éstos sean un medio para acercar a las personas a Dios, a la vida de oración y de contemplación, con una belleza que sea reflejo —aunque extremadamente limitado— de la Belleza de Dios, cuidando cada detalle tanto de los productos como del servicio que brindo. Intento tener presente que cada persona que se acerca a este lugar es un hermano en la fe, antes que un cliente.

Además de ser licenciada en Administración de Empresas, soy fotógrafa profesional y amante del arte y la estética. La belleza atrae, envuelve y enamora. No alcanza con hacer las cosas bien y ser buenas personas, es necesario que la belleza de Dios emerja de nosotros mismos. En la base de la belleza está el mismo Cristo, vivo, ayer, hoy y siempre; y la única manera de que la belleza emerja es a través de una relación personal y muy íntima con Dios. Nosotros no creamos la belleza, nosotros somos inútiles instrumentos de Dios que Él utiliza para tocar los corazones de las personas y para llegar a ellas.

Dijo Soloviev: «La verdad que no se comunica como belleza es una ideología que aplasta a las personas y el bien que no se realiza como belleza se convierte en una dictadura del bien, un fanatismo moralista que es el mal». En este sentido, «La Santa Faz» es mi humilde aporte y revolución contracultural mismo dentro de la Iglesia, donde hoy en día está en crisis todo lo que es comunional, como ser la vida religiosa y el matrimonio. La comunión es la vida de Dios, es un don que recibimos y podemos o no acoger. La vida como cristianos no se trata de reafirmarnos a nosotros mismos como individuos sino de ser un reflejo de Dios para los demás, ser luz para los demás, ser Iglesia, ser hijos de Dios. Eso fue algo que siempre le pedí a Dios desde mi adolescencia, que no me vieran a mí sino a Él a través de mí. Y esto no es posible si antes nosotros mismos no estamos llenos de Dios, del Espíritu Santo que obra en nosotros y que se irradia a través de nosotros. De lo contrario, no llevamos a Dios a los demás sino a nosotros mismos.

En la Iglesia de hoy, en muchos lugares se ha perdido el sentido de lo sagrado, el debido respeto por todo lo que acompaña la liturgia y la oración personal. Todos los productos que se ofrecen aquí, son medios para acercarnos a Dios, forman parte de una realidad que puede nublarnos. Por fuera pueden parecer muy similares a cualquier objeto mundano, pero espiritualmente son objetos que nos llevan a otra dimensión que trasciende este mundo. Benedicto XVI en su libro «Introducción al cristianismo» enseña que el mundo sobrenatural es más real que el natural. Así mismo ocurre con los objetos sagrados y, por supuesto, con las iglesias, capillas, santuarios, etc. Están en este mundo, como todos nosotros, y como todos nosotros, no pertenecen a este mundo. De esa forma, cuando uno toma una coronilla para rezar, pasa una frontera, ingresa al Cielo en la tierra. De ahí la importancia y sacralidad que tienen los objetos religiosos. Debemos recuperar ese respeto por lo sagrado que tenían nuestros ancestros y que, gracias a Dios, se mantiene en muchos lugares y en muchos corazones. Pero hay mucho por hacer en este sentido.

Por otra parte, hace unos años conocí la devoción al Divino Rostro de Jesús y siempre ha sido, junto con la Cruz, un faro en mi vida. Ante las circunstancias de la vida que a veces son tan dolorosas y difíciles: mirar la Cruz, contemplar el Santo Rostro de Nuestro Señor y ver cuánto nos ama. Cambiar la perspectiva desde nuestra realidad e intentar vernos como Dios nos ve, así como darnos cuenta de cuánto Él sufre hasta el fin de los tiempos por todos los pecados de los hombres. Siempre me ha llamado la atención el objetivo que san Francisco Marto eligió para su vida: «Consolar a Dios». Él tuvo una visión especial de los sufrimientos de Nuestro Señor y aún siendo un pequeño niño, hacía pequeños sacrificios todos los días para consolarlo. La devoción al Divino Rostro tiene relación con esto. Nuestro Señor le reveló a la Beata María Perina de Micheli: «Quien me contempla, me consuela». Es una devoción que tiene como fin consolar a Dios, reparar por las ofensas que Él recibe. Y no es que seamos heroicos cristianos por hacer esto, nosotros mismos lo ofendemos y pecamos todos los días. Por eso, más que una hazaña «por la humanidad», en primer lugar es un deber por todas nuestras malas decisiones que llevan a que pequemos y nos olvidemos de Dios. Él no nos pide grandes proezas en la vida, nos pide amor. Pensar que uno tiene la posibilidad de consolarlo es algo que supera mi racionamiento, pero Él lo dijo y yo creo. Humildemente pienso que si fuera capaz de ahorrarle una lágrima al Señor, ya sería suficiente para que toda mi vida tenga sentido, no podría pedir nada más.

«La Santa Faz» aún tiene un largo recorrido por delante, ya que muchos de los productos son artesanales y llevan un proceso muy meticuloso que empieza con una idea, luego con la elección de las materias primas e insumos, la creación, las pruebas y los ajustes hasta que finalmente se lanza al mercado, buscando así ofrecer los mejores productos, con especial atención a los detalles y de la mejor calidad posible. Asimismo a medida que va pasando el tiempo, sigo buscando mejorarlos, como parte de un proceso de mejora contínua. Por eso poco a poco se va ampliando la oferta de productos y hay nuevos lanzamientos constantemente. Doy gracias a Dios por todos los frutos que está dando este proyecto, que cada día me sorprenden e impresionan porque no fue algo planeado ni jamás imaginé la repercusión que viene teniendo. Gracias a quienes confían y me vienen apoyando a lo largo de este proceso.

Por último, no quería terminar este relato sin presentarme: Mi nombre es Carolina, vivo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y soy laica. Pueden ver mi portfolio fotográfico aquí.

Una vez más: gracias. Laus Deo!